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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Crónicas en dos ruedas.


Hace algún tiempo, (hace bastante para ser honesto) , me dirigía en dos ruedas hacia un centro de sudoración que queda por San Miguelito, queda enfrente de una prisión de máxima seguridad cuyas custodias ocupan manteles blancos como vestimentas y sus reclusas tienden a ser confundidas como alumnas de una institución católica.

Eran las 4:45 a.m. por alguna razón en aquellos días había desarrollado una capacidad de levantarme sin hacer uso de despertadores y nada por el estilo, creo que esos tiempos ya no volverán.

Hay un sentimiento de libertad cuando vas en ese camino, esta oscuro, hace frío, notas como otras personas (irónicamente personas seniles) salen a correr, otras riegan su jardín y empiezan a iluminarte los rayos del sol. ¡Otro día sencillamente comenzó!

Esa capacidad de admirarme de ello, creo que lo he perdido, el hecho de maravillarme de un amanecer, del canto de un ave, del silencio de la noche, de los grillos o sencillamente de un “buenos días”, ha sido súbitamente callado con las noticias de la mañana, los sonidos de los coches y sus claxon, y el ruido de monotonía diaria. Despertase, comer ir a estudiar, ir a trabajar, joder, dormir.

En ese ciclo sin fin, creo que nos perdemos de asuntos que nos permiten maravillarnos, (Y dicho sea de paso son gratis) y es en “ese darse cuenta que” es que podemos encontrar un sentido, o bien el simple placer de maravillarse.

Ojala que un día de estos no habiente mi teléfono celular y pueda despertarme pues esta tratando de decirme que no me pierda esos momentos, que pueden dejar de suceder en cualquier momento.

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