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sábado, 26 de enero de 2013

Llamadas de atención.



Hace unas semanas me dirigía hacia el infierno, donde los gritos de las almas en pena son opacadas con el sonido de cientos de teléfonos que ensordecen casi al unísono.

Como todo buen salvadoreño esperaba el colectivo, con la cara fruncida denotando cierto descontento al dirigirme dicho lugar, los carros y buses pasaban normalmente en las calles estilo "luna" que pone a prueba la calidad de los amortiguadores llantas y rines, dicho sea de paso de los automotores de nuestra ciudad.

A lo lejos de la calle observé a un caballero que se aproximaba poco a poco, iba con gran esfuerzo cuesta arriba, y no es un gran reto para ser honesto, pero la dificultad radicaba en que iba en una silla de ruedas.

Se acercaba más y más, los buses le pasaban casi tocando, atentando desequilibrarle y que su humanidad se desparramara en la carretera , pero él iba tranquilo, a fin de cuentas no es algo que no haya hecho anteriormente.

Me preguntaba -¿Acaso nadie le ayudará?- y trataba de mirar a otro lado tratando de ignorar la realidad, pero es ese momento en el cual tu miserable conciencia no te deja tranquilo, y decides hacer caso a la pizca de humanidad que todavía se encuentra flotando en el mar de pesar que este mundo te inyecta.

Y decidí ayudarle, tomando la silla de ruedas y empujándole hasta llegar cerca de su hogar unas cuantas cuadras cuesta arriba.

"Muchas gracias joven" -"Que bueno que Dios lo puso en mi camino"- exclamó. En mi mente solo rondaban estos pensamientos, “-¿Que tiene que ver Dios con esto?- Es porque yo he decidido ayudarle, y porque mi voluntad así lo ha querido (mi voluntad de ser humano)”.

Y le contesté "De nada caballero", -"cualquier persona con algo de humanidad le hubiera ayudado, no hay nada que agradecer".

El me miró y me dijo "Yo quiero creer que Dios tuvo que ver con algo de esto".

Yo no sé la verdad, si es el destino, Dios, coincidencia o la necesidad de buscar a alguien a quien atribuirle los gozos y desgracias de esta vida, pero definitivamente ese caballero vendedor de billetes de lotería de la tiendona me dejo en que pensar.

Otro suceso fue cuando estaba en la 7 (también hacia el infierno) yo iba con el con cara de pocos amigos  por "X" y "Y" sucesos desagradables que te suceden en la vida (aunque para ser honesto el abecedario entero no me basta) y en una parada de autobús sumamente reglamentario (un alto en el gran San Salvador) una mujer sostenía un brazos a un niño, que miraba a través de la ventana el niño me empezó a verme y empezó a sonreír por un tiempo prolongado, y por un momento sonreí con él, sin razón alguna.

Yo no sé si Dios dice algo, no lo sé la verdad, puede ser coincidencia, destino, o es el eterno devenir de las cosas...

Pero yo quiero creer que de alguna manera ese tal Jesús de Nazareth algo quiere comunicar.

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